jueves, 13 de mayo de 2010

COMO PERCIBO LA DOCENCIA

Antes de decidir ser maestra; tenía varias ideas sobre mi formación, distintas carreras corrían por mi cabeza, como: agronomía, derecho, entre otras, sentía gusto por las plantas y el defender las garantías individuales de las personas, sin embargo ya para iniciar el quinto semestre de preparatoria, mi padre que había dedicado toda su vida a la docencia, me habló de las ventajas que representaba para la mujer de los últimos tiempos esta noble tarea y me marcó un ultimátum, aún recuerdo sus palabras “o maestra o nada”, no había opción, además me dijo con voz tajante “maestra de primaria”, en un principio me resistí, e incluso me atrevía a contradecirlo, quería presentar el examen de admisión en la universidad y si ese año no lo pasaba, me iba al siguiente de maestra, su respuesta fue negativa sólo lo pude convencer de que no fuera en ese nivel educativo, argumentándole que él más que nadie sabía de mi mal carácter y de mi poco interés por cuidar niños; logré convencerlo, presente mi examen en la licenciatura en educación media , especialidad en Español, esperando por supuesto no pasarlo, pero al poco tiempo me di cuenta que estaba dentro y no había vuelta de hoja.
Inicié mis clases en la ENA, en el año de 1997, y el primer semestre no me fue nada bien, pase por varios inconvenientes, desde el primer día, en que llegue tarde y un maestro me evidenció delante de mis desconocidos compañeros de grupo, hasta el odiar todas las asignaturas, por no poner mucho empeño en ellas casi repruebo algunas, lo mismo paso el siguiente semestre, no encontraba mucha relación entre la información teórica y la realidad, a punto estuve de salirme de la carrera.
Sin embargo dos cosas en tercer semestre me hicieron cambiar de actitud, y tomar la decisión de permanecer, por un lado, me mandaron a la primera práctica educativa, a una escuela secundaria que aún recuerdo con mucho cariño, pues me permitió darme cuenta de la gran responsabilidad y compromiso que implica ser maestro, estuve en esa escuela una semana, y fue la mejor semana de los últimos meses; la otra situación fue el haber iniciado los créditos correspondientes a la especialidad, los textos literarios cambiaron la idea de mi formación y eso me ayudo a continuar.
Terminé la licenciatura en el 2001, me incorporé al sistema en una escuela secundaria que tenía un año de creación, la situación se tornó difícil pues me dieron de todas las materias menos de la que estudié, las condiciones de la escuela no eran de lo mejor, apenas teníamos tres aulas y compartíamos una con la directora, ella terminó por enseñarnos lo que no aprendimos en licenciatura, era humilde, preparada, con experiencia, tenía donde gente y desde el primer momento nos dio la libertad de sentirnos como parte de su equipo de trabajo, en suma, una excelente directora.
Al poco tiempo me dieron mi cambio a otra secundaria más cercana al lugar de donde soy, y luego en menos tiempo me invitaron a trabajar en el nivel, en la EPO No. 46 en la cual he estado y me siento orgullosa de pertenecer desde el año 2002, en menos de lo que espere era maestra de literatura.
Ahora a casi ocho años cumplidos de ser maestra, pienso que todo lo que he vivido no es una casualidad, sino una causalidad, pues hubieron muchas razones que me han impulsado a seguir y desempeñar mi profesión de la mejor manera posible, año con año, las experiencias de trabajo, la gente con quien convivo, mi propio padre, que ahora es mi ejemplo a seguir, me han hecho a amar y comprender el sentido de esta tarea. Las muchas razones, mis alumnos, mis compañeros, los directivos; los motivos, su sonrisa, su alegría, su amistad, su apoyo, su comprensión, sus logros, hacen que mi vida se complemente y que mi profesión tenga sentido, se que no todo es como lo pinto, en algunos momentos también hay frustraciones y malos ratos, las generaciones de alumnos van cambiando, y cada vez más demandan otro tipo de conocimientos, tenemos que ir al día o ellos nos rebasan, las exigencias ahora con la reforma son otras, pero nos permiten renovarnos y cambiar viejos paradigmas al grado de que ser mejores no sea un intento sino un compromiso.
Cuando llegue al sistema era muy joven de edad y en experiencia, desconocía muchas cosas del ser y saber ser maestra, me atrevo a decir que los primeros grupos que atendí, fueron como “mis conejillos de indias”, con ellos “practiqué”, el arte de ser maestra y entendí muchos porqués de las clases que en licenciatura me resultaban tan aburridas en los primeros semestres.
Ahora sé que ser docente en este nivel ha traído consigo mucha trascendencia en mi vida, me han brindado las herramientas necesarias para desempeñarme satisfactoriamente en cualquier campo, he crecido profesionalmente con todos y cada una de los cursos de actualización que nos brindan y nos permiten estar a la vanguardia del conocimiento ya la información, a un alumno de prepa no se le miente tan fácil y con tanta osadía como a otro nivel educativo inferior. Los jóvenes son tan intrépidos, alegres, optimistas, están llenos de dudas, de preguntas, tienen muchas ansias de comerse el mundo en una mordida que día a día nos inyectan ese ánimo, tengo tanto que hacer por ellos y para ellos, con lo que respecta en el campo disciplinar que me compromete a prepararme constantemente en su beneficio y en el crecimiento de la institución.
Ahora me siento como un pez en el agua; pero en ocasiones el agua se hace turbia, a diario se tiene que dar solución a varias problemáticas, pero lo importante es que asumimos la labor de no irnos a casa, sin haber resuelto favorablemente las situaciones y eso da felicidad.
A lo largo de estos años han sido innumerables los motivos de satisfacción, pero en especial, el que más me alegra es el de encontrarnos en la calle a gentes preparadas que nos dicen “Profesora soy licenciado, soy agrónomo, estoy en tal semestre de tal licenciatura”, eso es lo mejor, pues nos damos cuenta que hemos trascendido, que en la vida tienes que decidir dejar algo para ganar cosas mejores, que la vida es una vida de opciones, tenemos que impulsar a nuestros alumnos a prepararse y formarse en cualquier campo disciplinar, ellos tienen en el presente una posibilidad, y lo que tenemos es no truncar sus ideales, eso me hace no ser mejor maestra, me permite cumplir con el don que tengo en la vida y que he encontrado en estos últimos años de mi existencia, el don de formar, preparar y ayudar a los jóvenes a encontrar su propio don.
Hay pocos motivos de insatisfacción, pero aún así no dejan de preocuparme, como: la falta de recursos económicos por los que se truncan los sueños y aspiraciones de los estudiantes todos los años, el limitado acceso al nivel superior, la carencia de tecnología, lo costosa y lenta de esta por este rumbo , el poco apoyo moral y falta de cariño de los padres a los hijos, los casos de desnutrición que aún presentan algunos jovencitos, en fin el medio, que muchas veces los absorbe, son limitantes que resultan frustraciones y obstáculos que no podemos controlar.
En conclusión, estamos en esto, y ni siquiera a la mitad del camino, vamos paso a paso construyendo junto a nuestros estudiantes nuestra vida, generaciones han acompañado nuestros triunfos, logros, decepciones y derrotas, nuestro buen humos o mal humor, pero como Pablo Neruda escribe “Tenemos que reconocer que ya no somos los mismos, hemos cambiado, pero estamos más cerca de aquello que nos interesa ser” y ahora digo: “Estoy orgullosa de haber sido una maestra por imposición, después de formación y ahora de vocación”.

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